A tan pocos días de las elecciones nos quedan todavía más dudas que certezas sobre qué va a pasar el domingo. A pesar de que las elecciones han venido siendo desde hace más de una década muy reñidas y difíciles de predecir las del 2021, las del bicentenario, vienen aún más complicadas que de costumbre.

¿Por qué? En gran medida porque los peruanos estamos cansados de un sistema político que no nos representa. De haber votado con mediana ilusión o por lo menos con cierta limitada esperanza por presidentes que no dieron la talla y se vieron envueltos en toda clase de escándalos de corrupción.

Hemos votado con miedo, en contra de las fuerzas del fujimorismo que estuvieron a punto de tomar el poder en el 2011 y el 2016, y hemos votado con la idea de que las cosas debían cambiar hace diez años y pensando que debían seguir igual hace cinco, y lo único que hemos conseguido es que las cosas sigan más o menos igual, o quizás mucho peor, dependiendo de donde nos encontremos.

La pandemia ha dejado en claro que el sistema neoliberal no vela por la salud y la vida de la mayoría de las personas ya que quienes pueden se pagan un pasaje para irse a vacunar a Texas o a Miami y el que no, debe tratar de cambiar un terreno por plata para pagarse una cama UCI o hacer una colecta entre los amigos para su balón de oxígeno.

No podemos creer en nuestros gobernantes, la última ilusión nos la quitó Vizcarra cuando resultó ser tan sinvergüenza como sus predecesores y por lo tanto no creemos tampoco en ninguno de los candidatos. Buscamos al que nos parece menos malo, al que protege lo que nos parece más importante, pero la mayoría de los peruanos no consideramos que ningún candidato nos represente.

Estamos a días de las elecciones y lo único que queda claro es que pase quien pase a segunda vuelta, no será tanto que han ganado, sino que fueron los que menos perdieron. Tenemos 18 candidatos y solo dos se disputarán la presidencia en junio, pero pasarán con tan poco apoyo que vale preguntarnos qué tan representativos van a ser. Hoy mismo es imposible predecir quiénes llegarán a la segunda vuelta y eso es espeluznante. Hemos perdido la capacidad de predecir el futuro.

Pero queda claro que pase lo que pase el resultado será uno de división y polarización. En el Congreso que se elegirá el mismo día nadie tendrá mayoría y por lo menos no veremos una repetición del escenario del 2016 porque no se va a poder votar en bloque como lo hicieron en su momento los 71 fujimoristas. Muchos de los partidos van a desaparecer porque no pasarán la valla electoral y casi todos los congresistas estarán estrenándose como legisladores y sabrán que no podrán reelegirse. Será necesario construir consensos y quizás eso sea positivo.

En cuanto a la presidencia, 9 de cada 10 peruanos no habremos votado por la persona que salga elegida, pero tendremos que ver cómo sobrevivimos una segunda vuelta probablemente más polarizada que la primera y tomaremos decisiones sobre por quién votar que serán entre cerebrales y viscerales, pero nos quedará muy claro por quién nos inclinamos y dependiendo de las opciones veremos si vamos a votar a favor o en contra de algo.

Lo que sí se hace cada vez más evidente es que el sistema político que tenemos desde hace treinta años y que hemos tratado de parchar y mejorar en los últimos veinte ya no da para mucho más. Se hace cada vez más necesario volver a pensar sobre cómo funciona la representación en el Perú, quiénes nos gobiernan y por qué.

Algunos piensan que los cambios constitucionales no son la solución porque el Perú ya ha tenido demasiadas constituciones y al final estas no han sido determinantes. Pero yo no estoy de acuerdo y pienso que lo que necesitamos en este momento es replantearnos realmente cómo es que estamos siendo gobernados y cómo queremos ser representados.

En noviembre sostuve que nos encontrábamos en un momento constituyente y sigo pensando que ese es el escenario al que nos enfrentamos. No propongo que se elija un Congreso constituyente con el mismo sistema que tenemos, porque creo que el resultado sería tan nefasto como el que vemos de momento, No, lo que propongo es que nos pongamos a pensar y discutir qué país queremos y cómo podemos construirlo, cuáles son las bases desde donde debemos partir, qué tipo de representación necesitamos.

Usemos la excusa del bicentenario para comenzar esta conversación tan necesaria. No queremos más de lo mismo, queremos pensar en un sistema político que realmente nos represente. En estas elecciones estamos tocando fondo, pensábamos que ya habíamos llegado a lo más profundo de la desesperación en elecciones anteriores, pero parece que siempre podemos caer más aún.

Pero no nos dejemos ganar por la desesperanza, comencemos la discusión sobre nuestro sistema político y nuestro sistema de representación. En estas elecciones muchos estamos diciendo 'ninguno de estos individuos o estos proyectos me representa'. Pensemos entonces en qué es lo que queremos para el futuro y pongamos manos a la obra. El bicentenario recién comienza y estas elecciones son solo un punto de inflexión en un camino mucho más largo y complejo. Nos toca -como ciudadanos- votar el domingo y de ahí en adelante involucrarnos con un cambio real de nuestro sistema de representación.